Logo de "caféBretón"

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por Pablo D´Elia

miércoles, 1 de junio de 2011

Mirada

Como tantos otros, ese mediodía estaba apurado. Caminé rápido hacia la esquina.
El semáforo permaneció en rojo durante un tiempo interminable. Mi ansiedad me decía que por Colombres estaban pasando todos los autos.
Con un pie en la vereda y otro en la calle veo que, por fin, la luz cambia y me toca a mí.
Cruzo, casi sin mirar.
En la parada del colectivo un grupo de anónimos espera igual que yo. Todos cogoteando como para que la presa no se escape. Todos, menos alguien. Ella.
Primero me crucé con su mirada asustada y su tez pálida, que me atravesaron. Cobardemente me dí vuelta porque se me hizo de horror aquella cara. Sin embargo era tarde, porque la impresión no iba a desaparecer así nomás.
Despacio, vuelvo la vista y ella, aferrada a la arista de la ochava, con sus ojos implorantes y aterrorizados, sin decir nada,  me pide ayuda.
La furia de aquel río era demasiado para su antiguo vigor.
Me acerqué, -¿la ayudo a cruzar?-.
Tomada de mi brazo con una fuerza débil, me confiesa con la voz quebrada por una lágrima lo que para mi era una vida: -yo tuve un hijo así-.
Llegamos al otro lado y la dejo, la dejé ir. Hubiese deseado, anhelé haberla ayudado a cruzar mil esquinas más con tal de saber de ella y de ser yo, con mi fuerza débil, quien se aferrara a su brazo.
No podía pensar más que en eso.
Después supe y me pregunté y lo hago ahora mismo, si los que ya no están se nos presentan inesperadamente en otra mirada, en otra piel o si esos rostros, en cierto momento, nos sirven de consuelo al vacío de la ausencia.

Pablo